(artículo en el suplemento de el Diarío EL PAIS, 2003) “Excrementos enlatados. Tiburones disecados. Rostros desfigurados por el bisturí. ¿Dónde empieza la genialidad y dónde la tomadura de pelo? El mundo del arte es hoy más que nunca dinero y espectáculo. A la sombra de estos dos factores, la polémica ha aterrizado en los grandes museos. (Por Anatxu Zabalbeascoa)
'Toda la gente con la que me he acostado'_Tracey Emin |
El rótulo junto a tiburón conservado en formol reza "Imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo". Esta escultura levanta tanta expectación como polémica. Ese es precisamente su objetivo. La firma el joven británico Damien Hirst, el artista más revolucionario del momento. No lejos del tiburón, otro de los amigos de Hirst, Ron Mueck, ha realizado una escultura de silicona con la figura desnuda de su padre muerto. Lo ha tumbado en el suelo y lo ha titulado tal cual: "Papá muerto". Otro Papa, el de Roma, aparece también por los suelos. Hundido por un meteorito, en la instalación "Novena hora" que firma Mauricio Cattelan. Pero hay más; a lo largo de estas polémicas exposiciones (Sensation, en 1997, y Apocalipse, en 2000) se mostraron esculturas de niños andróginos (Jake y Dinos Chapman), el retrato de una asesina de menores (Marcus Harvey) y un lienzo con la imagen de la Virgen María pintada con excrementos de elefante y rodeada de vulvas (Chris Ofili). ¿Quién da más?.
Ron Mueck_'Papá muerto' - Daniel Hirst_'Imposibilidad física de la muerte en alguien vivo' |
'Virgen Marís'_Chris Of |
-Muestras como éstas, tachadas de valientes, frescas y subversivas y, al mismo tiempo, de vacuas tomaduras de pelo o mera basura, son las que han recuperado para la ciudad de Londres el liderazgo como escenario de la vanguardia artística. La polémica, que han avivado las críticas y los comentarios, ha sido su mejor combustible: propaganda pura para un espectáculo (artístico o no) que maneja muchos millones de euros. Espectáculo y dinero, he ahí dos claves, dos palabras antiguas que se redefinen para describir lo que se entiende por arte hoy. Oportunistas o revolucionarias, estas exposiciones, que provocaron la dimisión de algunos académicos y la protesta de buena parte del público que llegó a destrozar algunas de las obras más incómodas, se han convertido en el motor económico de la institución que las albergó, la legendaria Royal Academy, algo así como la Academia de Bellas Artes de San Fernando española. El centro batió récords de visitantes cuando las exhibió. Sin precedentes fue también el eco de la polémica suscitada por los jóvenes artistas británicos. Comisarios, como el responsable de estos proyectos, Norman Rosenthal, que ha expuesto a los creadores coleccionados por el publicista Charles Saatchi, uno de los hombres que más dinero ha ganado comprando y vendiendo cuadros de Andy Warhol, en uno de los templos del arte británico, aseguran que si el escándalo es lo que mueve el arte británico eso es preferible “a que sea la política, como ocurre en España, la que decida la calidad de los artistas a exponer en un museo”.
Jake y Dinos Chapman |
-Es un hecho. El rechazo y la burla han acompañado, en sus inicios, a cada uno de los movimientos que han definido el arte del siglo XX. En la antesala de las vanguardias, el salón de los refusés se hizo más famoso en el París de los impresionistas que las exposiciones que mostraban los trabajos académicos. Pero no todo lo rechazado es artístico, ni mucho menos. La provocación, del lado de los artistas, y el escándalo, por parte del público y la crítica, han caracterizado cada viraje de la historia del arte. Por eso rechazar este tipo de exposición, como hizo el entonces alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, que cerró la muestra Sensation cuando viajó a su ciudad, resulta, para muchos, retrógrado, difunde una imagen conservadora y va en contra de la libertad de expresión. Con todo, son muchos ya los que están empezando a correr la voz de que el emperador va desnudo. Las últimas provocaciones que llegan desde el irreverente Londres han comenzado a levantar sospechas. Ya no impactan ni las vacas degolladas, ni la exposición de vísceras putrefactas ni las acciones sadomasoquistas en las que los artistas se mutilan. Por eso, las dos últimas polémicas parecen poco más que repeticiones de escándalos ya superados.
El año pasado, la Tate Gallery compró una de las latas de 30 gramos de mierda que, a principios de los sesenta, firmó el italiano Piero Manzoni. El precio de la obra rebasó los 30.000 euros. El gramo de excremento de artista superaba el precio del oro puro, y este hecho, naturalmente, suscitó la protesta burlona de la mayoría de los medios de comunicación, que, año tras año, muerden encantados el filón del desafío artístico. Por activa o por pasiva, por vanguardista o por revisionista, el arte actual genera titulares y polémica. El pasado diciembre una obra de título posmoderno El pensador después de Rodin se hacía con el Premio Turner, el más importante de Europa. Premiar al ordenador camuflado en un bloque rectangular de Keith Tyson fue considerado retrógrado por la crítica. Pero para el secretario de Estado del Ministerio de Cultura británico, Kim Howells, era parte de la misma tomadura de pelo. Howells tachó a los cuatro finalistas del Turner de basura conceptual. ¿Qué está ocurriendo? ¿Llueve sobre mojado? ¿Sólo las ideas tienen sentido en el arte contemporáneo? ¿Qué valor tienen el impacto y la sorpresa? ¿Cuáles son las claves de un negocio que puede llegar a multiplicar los beneficios de las inversiones inmobiliarias? ¿Qué es el arte hoy?
El año pasado, la Tate Gallery compró una de las latas de 30 gramos de mierda que, a principios de los sesenta, firmó el italiano Piero Manzoni. El precio de la obra rebasó los 30.000 euros. El gramo de excremento de artista superaba el precio del oro puro, y este hecho, naturalmente, suscitó la protesta burlona de la mayoría de los medios de comunicación, que, año tras año, muerden encantados el filón del desafío artístico. Por activa o por pasiva, por vanguardista o por revisionista, el arte actual genera titulares y polémica. El pasado diciembre una obra de título posmoderno El pensador después de Rodin se hacía con el Premio Turner, el más importante de Europa. Premiar al ordenador camuflado en un bloque rectangular de Keith Tyson fue considerado retrógrado por la crítica. Pero para el secretario de Estado del Ministerio de Cultura británico, Kim Howells, era parte de la misma tomadura de pelo. Howells tachó a los cuatro finalistas del Turner de basura conceptual. ¿Qué está ocurriendo? ¿Llueve sobre mojado? ¿Sólo las ideas tienen sentido en el arte contemporáneo? ¿Qué valor tienen el impacto y la sorpresa? ¿Cuáles son las claves de un negocio que puede llegar a multiplicar los beneficios de las inversiones inmobiliarias? ¿Qué es el arte hoy?
_-El arte actual no encuentra fácil definición. Tradicionalmente tampoco ha sido tarea sencilla definir lo artístico, y así, históricamente, el término arte se ha ido convirtiendo en una especie de cajón de sastre de bondades en el que cabía todo menos lo tangible, todo menos lo definible. Schopenhauer dijo que el arte era “la liberación del dolor de vivir”, y Jung aseguraba que el arte “no recuerda nada de la vida vulgar; sino más bien sueños, recovecos oscuros de la mente”. La mente, precisamente, era el lugar del arte para renacentistas como Leonardo da Vinci o Miguel Angel “El arte es cosa mental”, dijo el primero. “Se pinta con la mente, no con las manos”. Escribió el segundo. Si la definición de arte ha sido siempre amplia, ha sido igualmente vaga. Algo casi innombrable. La dificultad por verbalizar lo que es arte no es, pues, algo nuevo.
-Pero si es nueva la forma y la expresión de lo que hoy se considera arte. El arte moderno supuso una ruptura que ponía fin a la búsqueda técnica y mágico-religiosa que caracterizó las representaciones artísticas del pasado para dejar paso a las ideas. Buena parte del mundo intelectual asegura hoy que justo en ese momento (cuando el pensamiento sustituyó a la sensación, cuando la razón quiso analizar la emoción) se llegó al fin del arte. Lo que sucedió después de las últimas vanguardias pictóricas es calificado entonces como pensamiento, denuncia o comunicación, pero no como arte. Ese es el argumento de los más tradicionalistas. Los otros, los más provocadores, consideran que el abandono de lo bello para explorar otros campos supuso un paso crucial en la historia de la cultura.
El artífice de esa revuelta sin precedentes fue, para unos pocos, Andy Warhol, cuando, en los años sesenta, se dedicó a exponer cajas de detergente y a pintar latas de sopa. Pero para la mayoría de los historiadores el principio de la crisis se remonta a 1915, cuando el francés Marcel Duchamp, entonces un pintor cubista, exhibió un urinario al que había puesto por título Fuente . La exposición en una galería y los títulos convertían los objetos banales en obras de arte. Aquel gesto, de casi un siglo de antigüedad, todavía genera discusión. Sus detractores, como el historiador argentino Juan José Sebreli, aseguran que Duchamp, “ante su incapacidad como pintor, decidió cambiar las reglas del juego”. Sea como fuere, la jugada le salió redonda. El arte nunca ha vuelto a ser el que fue._-Desde que Duchamp expusiera su urinario, en el nombre del arte, se han expuesto, y muchas veces vendido, grasa (Joseph Beuys), basura (Arman), colchones viejos (Robert Morris), excrementos (Piero Manzoni), máquinas que aseguraban la destrucción del museo (Chris Burden) y coches aplastados (César). Los artistas se han cortado con cristales (Ana Mendieta),
han pagado a la gente para que se masturbase (Santiago Sierra), se han transformado quirúrgicamente (Orlan), se han implantado un brazo mecánico (Stelarc), se han mutilado públicamente y han llegado, incluso, a cortarse el pene: el vienés Rudolf Schwarzkogler terminó, rodaja a rodaja, con el suyo poco antes de terminar con su vida. Con tanto pasado es difícil tener mucho futuro.
.-Si lo inesperado no sorprende ya a nadie, si lo extraño se ha convertido en habitual y ya no hace pensar, ¿qué lo hace?. La entrada fulminante del mercado en la definición artística es, en opinión de muchos, lo que caracteriza al arte de nuestro tiempo. Si bien la protección de la vanguardia ha sido algo habitual en las clases altas, nunca antes hubo instituciones públicas para mostrar arte subversivo. Ni la otra cara de la moneda: grandes museos (como el Guggenheim) exhibiendo objetos industriales entre obras maestras (como motocicletas o moda préta-à-porter). Ante esta situación que denuncian los puristas, los directores de los museos aseguran que es fundamental relacionar el arte con otras disciplinas, y lo cierto es que otras cuestiones (como la hostelería o la venta de souvenirs) son fundamentales para mantener las arcas de los centros saneadas.
_-En el arte de hoy lo imprevisible es lo inesperado, las blasfemias, la norma sacra. “Hoy no hay más vanguardia que el éxito”, asegura Rogelio López Cuenca uno de los artistas españoles mejor considerados por parte de la crítica, los galeristas y los directores de museo. La obra de López Cuenca, que representó a España en la última Bienal de Säo Paulo, tiene reputación de incómoda y comprometida, y, sin embargo, se exhibe en una de las galerías más reconocidas de España, Juana de Aizpuru, y se muestra en colecciones públicas. Sus intervenciones son auténticas bofetadas para el espectador. La imagen de una patera repleta de marroquíes deshidratados expuesta sobre un eslogan de la Expo de Sevilla, “Tienes que venir”, se insertó en Canal Sur a modo de cortinilla. El mismo canal autónomo vetó otro de los proyectos de López Cuenca en el que se encadenaban imágenes de políticos con gente comulgando sobre otra frase: “Atrévete a probar: di no”.
_-“Si no entendemos el mundo, ¿por qué íbamos a entender el arte?, pregunta este artista para el que “la obra de arte es la que debe servir para entender el mundo, para plantear preguntas, para levantar sospechas, para poner en duda nuestras convicciones”. Algo parecido piensa la crítica Ángela Molina, que define el arte “como un espacio de incertidumbres, una forma de relacionarse con Edmundo, una invitación a construir otro sentido y una incitación a pensar”.
_-Si López Cuenca define con ironía lo que considera obligaciones del artista: “El artista tiene que meter el dedo en la llaga, pero con humor, delicadeza y amor, eso no tiene por qué resultar desagradable. El humor es el recurso que tienen para defenderse quienes no tienen otro poder”; el crítico Hal Foster define el papel de los críticos: “La gente ha asumido que la teoría salva al arte y lo hace hablar, pero es al revés: la obra de arte reta el modelo teórico y fuerza a pensar de una manera diferente”. Por eso Molina urge a un triple compromiso del crítico “con el artista, la obra y el público”. Y asegura que “lo que decide la bondad de una obra es su capacidad de arrancar en el espectador un deseo”. Con todo, son los críticos, y los comisarios, los que reciben la peor parte cuando se pasa a abordar el negocio que ¿también? es el arte. López Cuenca sostiene que los artistas no son de ningún modo el centro de este negocio: “Una nueva casta de gestores encarna el modelo del comisario-crítico-expandido al papel de marchante-empresario-periodista-editor de catálogos y hasta transportista y asegurador de obras de arte, cuando no director y promotor de museos de escultura al aire libre… que van vendiéndole proyectos (apoyados en sólidos dosieres de artículos de prensa publicados siempre por los mismos autores en las mismas revistas) a los alcaldes de provincias”. A Cuenca, la figura de estos nuevos gestores polifacéticos le recuerda al manager de Bienvenido Mr. Marshall: “Usté déjeme a mí, señor alcalde, que yo sé lo que les gusta a los americanos…”. “A los alcaldes les llenan las plazas de esculturas públicas de primeras firmas y les surten las salas de exposiciones de primeras marcas”. Por eso, sostiene, “todo esto cada vez tiene menos que ver con el arte y más con el negocio del entretenimiento (que, además, ¿a quién entretiene?). _-Cuenca considera que se ha ido construyendo la idea de la necesidad, casi de la obligación por parte de la Administración, de proporcionar arte y cultura a los ciudadanos como un servicio más, “cuando a los concejales de cultura les suele traer al fresco todo lo que sea la foto de la inauguración: lo que pase antes y después les trae sin cuidado”.
_-Ni los artistas ni el propio arte se salvan en el análisis de López Cuenca: que crítica la figura del artista profesional, una versión actual del antiguo pintor cortesano, “capaz de producir obras que ilustran las tesis de un crítico o comisario. Ese artista ilustrador convive con unas instituciones que obviando su función didáctica,, han asumido un discurso publicitario si explicar qué es lo que ofrecen ni para qué se ha hecho”. Esta situación es, en su opinión, lo que separa a la gente del arte contemporáneo. “Se está pidiendo a la gente que consuma arte con la boca abierta. Que traguen”. Y la mayoría de la gente ha decidido no tragar. Ante el arte contemporáneo, ni se sorprenden ni se escandalizan ni protestan siquiera. La mayoría de la población simplemente se aburre.
_-Tampoco ese aburrimiento o esa desconfianza es algo nuevo. La falta de confianza es algo nuevo. La falta de confianza ha caracterizado, desde sus inicios, al arte moderno. Theodor Adorno escribió en su Teoría estética: “El arte moderno más significativo carece por completo de importancia en una sociedad que es capaz de tolerarlo”. “Si el arte va a seguir siendo fiel a su concepto, deberá pasar al terreno del antiarte, o deberá desarrollar una desconfianza en sí mismo. El arte, para continuar, debería registrar de algún modo en su interior la posibilidad de su inexistencia”. Más filosófico que académico, más psicológico que estético, el arte actual parece haber abandonado definitivamente el territorio de la belleza. Este hecho, que pudo asustar hace casi un siglo, se considera hoy superado. El filósofo Arthur Danto, autor del ensayo El fin del arte, afirma que “el arte es una propuesta. No sólo objetos bellos”. “Lo bello en el arte pertenece a un mundo de héroes y santos que dejó de existir con el proceso de la racionalización de la sociedad. El arte debe enfrentarnos a la atrocidad, a la enfermedad y al horror, así como a la vulgaridad que rodea nuestros esquemas sociales”. Sostiene a su vez Àngels de la Motta, que dirige la galería de Barcelona Estrany de la Motta. ¿Qué le queda, pues, al arte de hoy?.
_-Decir que todo vale es, para Sebreli, lo mismo que decir que nada vale. “La desacralización del arte significa que todo puede ser arte, pero, por ese mismo motivo, nada lo es específicamente”. Ante esa paradoja, reaprender se ha convertido, para muchos, en la clave para recuperar el prestigio del arrte. Todos debemos volver a aprender. En primer lugar, los artistas. Sebreli urge al regreso a una cierta academia. “Los grandes artistas de la vanguardia comenzaron por ser disciplinados alumnos. Estudiaron a los grandes maestros antes de aventurarse a innovar”. Este historiador considera que los artistas actuales no saben ni pintar ni esculpir, y critica que hoy en las universidades se estudie en un mismo curso historia del arte y técnicas de marketing.
_-Frente a esa postura que reclama la recuperación de una academia, Tomás Llorens, responsable del Museo Thyssen madrileño, asegura que “en el arte no hay progreso”, y, por tanto, no hay un pasado mejor ni un futuro más moderno. Así, una pinturas de las cuevas de Altamira y un cuadro abstracto de Mark Rothko forman un todo indisociable. También hay posturas como la de Félix de Azúa, autor de un inspirado Diccionario de las artes (reeditado ahora por Anagrama), que diferencian entre la práctica artística y el inabarcable concepto metafísico del arte, que “ha muerto aplastado por una tarea que no podía soportar”. “Hoy”, escribió Azúa en la revista Letras Libres, “las artes han sustituido al arte y los artistas han sido reemplazados por artesanos que tratan de ganarse la vida manejando innumerables materiales e incontables soportes”. Del arte contemporáneo, Azúa destacaba su “hibridación con la publicidad y su complicidad con la industria del ocio”.
_-Es difícil definir lo que es el arte hoy, entre otras cosas porque el arte, o las artes, son hoy más plurales que nunca. En galerías contemporáneas conviven instalaciones y bodegones, grabados y videos. Juan Manuel Bonet, director del Reina Sofía, se declara irónicamente “politeista” y defiende la convivencia entre tendencias: de la pintura figurativa a la abstracta y del collage de papel al arte digital. “La historia se ha abierto en muchas direcciones. Hay que ser capaces de exponer al mismo tiempo a Tàpies y a Ramón Gaya”, sostiene. En ese generoso contexto, defender la necesidad de utilizar nuevos medios de expresión es la opción de los más arriesgados. La ventana abierta al futuro se encuentra, para el crítico portugués Antonio Cerveira Pinto, responsable de la galería virtual del Museo de Arte Iberoamericano de Badajoz (MEIAC): http://www.meiac,orgm/ en la pantalla de los ordenadores. Cerveira afirma que incluso una feria supuestamente vanguardista como Arco es “demasiado siglo XX”. Para él, el arte del siglo XXI se está gestando en Internet. Se está dando una profunda transformación en los modos de producción, los canales de distribución y recepción de la experiencia artística. “El lenguaje hipermedia ha cambiado nuestros hábitos y nuestra forma de entender la cultura, el arte y los museos”, apunta el crítico, para el que la generación más joven de artistas ya no es siquiera una generación-Playstation. Las referencias a los nuevos creadores ya no surgen ni de la historia del arte (la tradición) ni contra la historia del arte (la vanguardia), sino al margen de ella. El propio Cerveira Pinto recuerda que, cuando señaló al mexicano Fran Ilich el parecido entre sus imágenes electrónicas y las pinturas abstractas de Jakson Pollock, aquél le contestó:”¿Pollock? ¿Qué Pollock?”.
_-Manuel Borja-Villel, director del Macba de Barcelona, comparte la apuesta por “las nuevas prácticas artísticas (surgidas a partir de las investigaciones sobre el documental, el cinema de exposición, los procesos sónicos, los modos de hacer y la acción directa…)” como una de las nuevas vías para el arte actual. Cree que “la cultura debe ser agonía y discusión”, y aconseja no tratar de definir lo que es el arte hoy, y fomentar su indefinición como válvula de escape: “La obra de arte no se concibe como algo cerrado cuya verdad es única y universal, sino como algo abierto con una red de significados indeterminada que cuestiona su propia realidad y la de los sujetos que la expresan”. Para Borja-Villel, el arte es, por tanto, un espacio para la critica y el pensamiento, o , lo que es lo mismo, un resquicio para luchar por la libertad. “Vivimos en una sociedad en la que nuestro espacio de libertad se ha convertido cada vez más en un espacio de consumo y nuestras experiencias han sido transformadas en mercancía. Vivimos en un sistema que tiende a esquematizar la singularidad, privando a los individuos de su especificidad psíquica. Todo el mundo parece hoy acomodarse a una jerarquía estándar de la imagen que se espera de él. Por tanto, en el contexto actual, la necesidad de crear una cultura crítica y de rebelión, que sea capaz de conservar nuestra realidad como individuos y colectividades, es esencial”.
_-¿No todo es mercado, pues, en el arte que se hace hoy? “El arte no está por encima de las miserables negociaciones del mercado. No está más allá de la vida diaria en un mundo superior, más allá de la realidad. Los artistas estamos como todos: vendiendo nuestro trabajo”, sentencia López Cuenca.
_-El proceso de reaprendizaje que proponen críticos y artistas incluye también a los propios museos. Reconsiderar se ha convertido en la labor fundamental para historiadores y galerías. El MOMA de Nueva Yotk está aprovechando su ampliación para hacer inventario. Han pasado ya muchos años desde su inauguración y algunos de los artistas que la institución expuso y encumbró no parecen aguantar bien el paso del tiempo. Es urgente, por tanto, revisar el arte contemporáneo y evaiuar qué es lo que, transcurridos unos años, sigue teniendo vigencia.
_-En esta lección colectiva para salvar el arte figura, en último lugar, una nueva necesidad: el esfuerzo del público para conseguir el mayor disfrute del arte. “Hay que pensar”, sostiene Arthur C. Danto. “Ahora el arte está en un momento más intelectual que sensual. Cuando visitas una exposición tienes que pensar como un filósofo y como un artista. El arte requiere tiempo, lectura, mirada y pensamiento para que, poco a poco, la obra revele todos sus secretos”.
Duchamp WarHoL |
El artífice de esa revuelta sin precedentes fue, para unos pocos, Andy Warhol, cuando, en los años sesenta, se dedicó a exponer cajas de detergente y a pintar latas de sopa. Pero para la mayoría de los historiadores el principio de la crisis se remonta a 1915, cuando el francés Marcel Duchamp, entonces un pintor cubista, exhibió un urinario al que había puesto por título Fuente . La exposición en una galería y los títulos convertían los objetos banales en obras de arte. Aquel gesto, de casi un siglo de antigüedad, todavía genera discusión. Sus detractores, como el historiador argentino Juan José Sebreli, aseguran que Duchamp, “ante su incapacidad como pintor, decidió cambiar las reglas del juego”. Sea como fuere, la jugada le salió redonda. El arte nunca ha vuelto a ser el que fue._-Desde que Duchamp expusiera su urinario, en el nombre del arte, se han expuesto, y muchas veces vendido, grasa (Joseph Beuys), basura (Arman), colchones viejos (Robert Morris), excrementos (Piero Manzoni), máquinas que aseguraban la destrucción del museo (Chris Burden) y coches aplastados (César). Los artistas se han cortado con cristales (Ana Mendieta),
ORLaN |
han pagado a la gente para que se masturbase (Santiago Sierra), se han transformado quirúrgicamente (Orlan), se han implantado un brazo mecánico (Stelarc), se han mutilado públicamente y han llegado, incluso, a cortarse el pene: el vienés Rudolf Schwarzkogler terminó, rodaja a rodaja, con el suyo poco antes de terminar con su vida. Con tanto pasado es difícil tener mucho futuro.
.-Si lo inesperado no sorprende ya a nadie, si lo extraño se ha convertido en habitual y ya no hace pensar, ¿qué lo hace?. La entrada fulminante del mercado en la definición artística es, en opinión de muchos, lo que caracteriza al arte de nuestro tiempo. Si bien la protección de la vanguardia ha sido algo habitual en las clases altas, nunca antes hubo instituciones públicas para mostrar arte subversivo. Ni la otra cara de la moneda: grandes museos (como el Guggenheim) exhibiendo objetos industriales entre obras maestras (como motocicletas o moda préta-à-porter). Ante esta situación que denuncian los puristas, los directores de los museos aseguran que es fundamental relacionar el arte con otras disciplinas, y lo cierto es que otras cuestiones (como la hostelería o la venta de souvenirs) son fundamentales para mantener las arcas de los centros saneadas.
Sergio Prego |
_-“Si no entendemos el mundo, ¿por qué íbamos a entender el arte?, pregunta este artista para el que “la obra de arte es la que debe servir para entender el mundo, para plantear preguntas, para levantar sospechas, para poner en duda nuestras convicciones”. Algo parecido piensa la crítica Ángela Molina, que define el arte “como un espacio de incertidumbres, una forma de relacionarse con Edmundo, una invitación a construir otro sentido y una incitación a pensar”.
_-Si López Cuenca define con ironía lo que considera obligaciones del artista: “El artista tiene que meter el dedo en la llaga, pero con humor, delicadeza y amor, eso no tiene por qué resultar desagradable. El humor es el recurso que tienen para defenderse quienes no tienen otro poder”; el crítico Hal Foster define el papel de los críticos: “La gente ha asumido que la teoría salva al arte y lo hace hablar, pero es al revés: la obra de arte reta el modelo teórico y fuerza a pensar de una manera diferente”. Por eso Molina urge a un triple compromiso del crítico “con el artista, la obra y el público”. Y asegura que “lo que decide la bondad de una obra es su capacidad de arrancar en el espectador un deseo”. Con todo, son los críticos, y los comisarios, los que reciben la peor parte cuando se pasa a abordar el negocio que ¿también? es el arte. López Cuenca sostiene que los artistas no son de ningún modo el centro de este negocio: “Una nueva casta de gestores encarna el modelo del comisario-crítico-expandido al papel de marchante-empresario-periodista-editor de catálogos y hasta transportista y asegurador de obras de arte, cuando no director y promotor de museos de escultura al aire libre… que van vendiéndole proyectos (apoyados en sólidos dosieres de artículos de prensa publicados siempre por los mismos autores en las mismas revistas) a los alcaldes de provincias”. A Cuenca, la figura de estos nuevos gestores polifacéticos le recuerda al manager de Bienvenido Mr. Marshall: “Usté déjeme a mí, señor alcalde, que yo sé lo que les gusta a los americanos…”. “A los alcaldes les llenan las plazas de esculturas públicas de primeras firmas y les surten las salas de exposiciones de primeras marcas”. Por eso, sostiene, “todo esto cada vez tiene menos que ver con el arte y más con el negocio del entretenimiento (que, además, ¿a quién entretiene?). _-Cuenca considera que se ha ido construyendo la idea de la necesidad, casi de la obligación por parte de la Administración, de proporcionar arte y cultura a los ciudadanos como un servicio más, “cuando a los concejales de cultura les suele traer al fresco todo lo que sea la foto de la inauguración: lo que pase antes y después les trae sin cuidado”.
_-Ni los artistas ni el propio arte se salvan en el análisis de López Cuenca: que crítica la figura del artista profesional, una versión actual del antiguo pintor cortesano, “capaz de producir obras que ilustran las tesis de un crítico o comisario. Ese artista ilustrador convive con unas instituciones que obviando su función didáctica,, han asumido un discurso publicitario si explicar qué es lo que ofrecen ni para qué se ha hecho”. Esta situación es, en su opinión, lo que separa a la gente del arte contemporáneo. “Se está pidiendo a la gente que consuma arte con la boca abierta. Que traguen”. Y la mayoría de la gente ha decidido no tragar. Ante el arte contemporáneo, ni se sorprenden ni se escandalizan ni protestan siquiera. La mayoría de la población simplemente se aburre.
_-Tampoco ese aburrimiento o esa desconfianza es algo nuevo. La falta de confianza es algo nuevo. La falta de confianza ha caracterizado, desde sus inicios, al arte moderno. Theodor Adorno escribió en su Teoría estética: “El arte moderno más significativo carece por completo de importancia en una sociedad que es capaz de tolerarlo”. “Si el arte va a seguir siendo fiel a su concepto, deberá pasar al terreno del antiarte, o deberá desarrollar una desconfianza en sí mismo. El arte, para continuar, debería registrar de algún modo en su interior la posibilidad de su inexistencia”. Más filosófico que académico, más psicológico que estético, el arte actual parece haber abandonado definitivamente el territorio de la belleza. Este hecho, que pudo asustar hace casi un siglo, se considera hoy superado. El filósofo Arthur Danto, autor del ensayo El fin del arte, afirma que “el arte es una propuesta. No sólo objetos bellos”. “Lo bello en el arte pertenece a un mundo de héroes y santos que dejó de existir con el proceso de la racionalización de la sociedad. El arte debe enfrentarnos a la atrocidad, a la enfermedad y al horror, así como a la vulgaridad que rodea nuestros esquemas sociales”. Sostiene a su vez Àngels de la Motta, que dirige la galería de Barcelona Estrany de la Motta. ¿Qué le queda, pues, al arte de hoy?.
_-Decir que todo vale es, para Sebreli, lo mismo que decir que nada vale. “La desacralización del arte significa que todo puede ser arte, pero, por ese mismo motivo, nada lo es específicamente”. Ante esa paradoja, reaprender se ha convertido, para muchos, en la clave para recuperar el prestigio del arrte. Todos debemos volver a aprender. En primer lugar, los artistas. Sebreli urge al regreso a una cierta academia. “Los grandes artistas de la vanguardia comenzaron por ser disciplinados alumnos. Estudiaron a los grandes maestros antes de aventurarse a innovar”. Este historiador considera que los artistas actuales no saben ni pintar ni esculpir, y critica que hoy en las universidades se estudie en un mismo curso historia del arte y técnicas de marketing.
_-Frente a esa postura que reclama la recuperación de una academia, Tomás Llorens, responsable del Museo Thyssen madrileño, asegura que “en el arte no hay progreso”, y, por tanto, no hay un pasado mejor ni un futuro más moderno. Así, una pinturas de las cuevas de Altamira y un cuadro abstracto de Mark Rothko forman un todo indisociable. También hay posturas como la de Félix de Azúa, autor de un inspirado Diccionario de las artes (reeditado ahora por Anagrama), que diferencian entre la práctica artística y el inabarcable concepto metafísico del arte, que “ha muerto aplastado por una tarea que no podía soportar”. “Hoy”, escribió Azúa en la revista Letras Libres, “las artes han sustituido al arte y los artistas han sido reemplazados por artesanos que tratan de ganarse la vida manejando innumerables materiales e incontables soportes”. Del arte contemporáneo, Azúa destacaba su “hibridación con la publicidad y su complicidad con la industria del ocio”.
_-Es difícil definir lo que es el arte hoy, entre otras cosas porque el arte, o las artes, son hoy más plurales que nunca. En galerías contemporáneas conviven instalaciones y bodegones, grabados y videos. Juan Manuel Bonet, director del Reina Sofía, se declara irónicamente “politeista” y defiende la convivencia entre tendencias: de la pintura figurativa a la abstracta y del collage de papel al arte digital. “La historia se ha abierto en muchas direcciones. Hay que ser capaces de exponer al mismo tiempo a Tàpies y a Ramón Gaya”, sostiene. En ese generoso contexto, defender la necesidad de utilizar nuevos medios de expresión es la opción de los más arriesgados. La ventana abierta al futuro se encuentra, para el crítico portugués Antonio Cerveira Pinto, responsable de la galería virtual del Museo de Arte Iberoamericano de Badajoz (MEIAC): http://www.meiac,orgm/ en la pantalla de los ordenadores. Cerveira afirma que incluso una feria supuestamente vanguardista como Arco es “demasiado siglo XX”. Para él, el arte del siglo XXI se está gestando en Internet. Se está dando una profunda transformación en los modos de producción, los canales de distribución y recepción de la experiencia artística. “El lenguaje hipermedia ha cambiado nuestros hábitos y nuestra forma de entender la cultura, el arte y los museos”, apunta el crítico, para el que la generación más joven de artistas ya no es siquiera una generación-Playstation. Las referencias a los nuevos creadores ya no surgen ni de la historia del arte (la tradición) ni contra la historia del arte (la vanguardia), sino al margen de ella. El propio Cerveira Pinto recuerda que, cuando señaló al mexicano Fran Ilich el parecido entre sus imágenes electrónicas y las pinturas abstractas de Jakson Pollock, aquél le contestó:”¿Pollock? ¿Qué Pollock?”.
_-Manuel Borja-Villel, director del Macba de Barcelona, comparte la apuesta por “las nuevas prácticas artísticas (surgidas a partir de las investigaciones sobre el documental, el cinema de exposición, los procesos sónicos, los modos de hacer y la acción directa…)” como una de las nuevas vías para el arte actual. Cree que “la cultura debe ser agonía y discusión”, y aconseja no tratar de definir lo que es el arte hoy, y fomentar su indefinición como válvula de escape: “La obra de arte no se concibe como algo cerrado cuya verdad es única y universal, sino como algo abierto con una red de significados indeterminada que cuestiona su propia realidad y la de los sujetos que la expresan”. Para Borja-Villel, el arte es, por tanto, un espacio para la critica y el pensamiento, o , lo que es lo mismo, un resquicio para luchar por la libertad. “Vivimos en una sociedad en la que nuestro espacio de libertad se ha convertido cada vez más en un espacio de consumo y nuestras experiencias han sido transformadas en mercancía. Vivimos en un sistema que tiende a esquematizar la singularidad, privando a los individuos de su especificidad psíquica. Todo el mundo parece hoy acomodarse a una jerarquía estándar de la imagen que se espera de él. Por tanto, en el contexto actual, la necesidad de crear una cultura crítica y de rebelión, que sea capaz de conservar nuestra realidad como individuos y colectividades, es esencial”.
_-¿No todo es mercado, pues, en el arte que se hace hoy? “El arte no está por encima de las miserables negociaciones del mercado. No está más allá de la vida diaria en un mundo superior, más allá de la realidad. Los artistas estamos como todos: vendiendo nuestro trabajo”, sentencia López Cuenca.
_-El proceso de reaprendizaje que proponen críticos y artistas incluye también a los propios museos. Reconsiderar se ha convertido en la labor fundamental para historiadores y galerías. El MOMA de Nueva Yotk está aprovechando su ampliación para hacer inventario. Han pasado ya muchos años desde su inauguración y algunos de los artistas que la institución expuso y encumbró no parecen aguantar bien el paso del tiempo. Es urgente, por tanto, revisar el arte contemporáneo y evaiuar qué es lo que, transcurridos unos años, sigue teniendo vigencia.
_-En esta lección colectiva para salvar el arte figura, en último lugar, una nueva necesidad: el esfuerzo del público para conseguir el mayor disfrute del arte. “Hay que pensar”, sostiene Arthur C. Danto. “Ahora el arte está en un momento más intelectual que sensual. Cuando visitas una exposición tienes que pensar como un filósofo y como un artista. El arte requiere tiempo, lectura, mirada y pensamiento para que, poco a poco, la obra revele todos sus secretos”.
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